lunes, 29 de mayo de 2017



¿Puede pensar una máquina?

https://sensibilidadartificial.wordpress.com/2012/12/03/puede-pensar-una-maquina/

El ensayo de Alan M. Turing ¿Puede pensar una máquina? lo podemos encontrar dentro de una compilación de textos titulada Mentes y máquinas, publicado por la editorial Tecnos. Este ensayo es el mismo que salió publicado en la revista Mind en 1947 y ha pasado a la historia de la ciencia ya que se considera el antecedente de la IA. ¿Por qué? en este ensayo Turing formula diversos cuestionamientos acerca de las propiedades que pueden llegar a tener las máquinas y, también muy interesante, compara estas propiedades con las capacidades humanas.
El principal objetivo del texto consiste en defender  la hipótesis de que las máquinas pueden pensar. El propósito de este objetivo, que formula el autor, es intentar demostrar con ejercicios teóricos que las máquinas pueden llegar a comportarse como el hombre, incluso imitar sus propiedades deductivas racionales. Por lo tanto, la tesis principal consiste en analizar la capacidad que puede llegar a tener una máquina para imitar la conducta humana.
Turing, pretende demostrar la tesis principal de este articulo a través del juego de imitación, en el cual se establecen roles entre los participantes. En este juego intervienen 3 agentes, un ordenador (A), un hombre (B) y un interrogador (C) que tendrá que discernir el hombre de la máquina. Para realizar el juego es necesario que (C) esté en una habitación separado de (A) y de (B). Y la misión de (A) es tratar de conseguir que (C) se equivoque.
La ventaja de este juego es que marca una línea divisoria entre las capacidades físicas y las capacidades intelectuales del hombre, y el método usado de pregunta y respuesta parece adecuado para introducir todos los campos de la actividad humana que deseemos incluir y así intentar diferenciar el hombre de la máquina. Si se tratara del caso contrario, si el hombre tuviese que pasar por una máquina, Turing dice que sería una pérdida de tiempo, ya que nos delataría nuestra lentitud e imprecisión aritmética.
El creciente interés por las máquinas pensantes de mediados del siglo XX vino motivado por la aparición de un tipo de máquina en particular, el computador digital. De acuerdo con esto, Turing, convendrá que sólo intervengan computadores digitales en este juego. Él no se preguntaba sobre si todos los computadores digitales darían buen resultado en el juego de imitación, ni siquiera si los ordenadores de su época lo darían, sino,  que se pregunta sobre si habría computadores imaginables que dieran ese resultado. Turing ve muchas similitudes entre el computador digital y las máquinas de Turing. Estas últimas, son aparatos ideales de cálculo capaces de resolver toda función matemática que sea computable, es decir, que su solución pueda ser obtenida mecánicamente.
Después de ver estas similitudes, Turing, empieza a defender la tesis de que un computador digital puede hacerse pasar por un hombre con éxito durante el juego de imitación, ya que estos permiten un almacenamiento de datos muy fuertes y pueden emular estructuras racionales y procesos cognitivos como los de los seres humanos. Porque este tipo de computador fue construido para llevar a cabo operaciones que podrían ser realizadas por un calculador humano.
Estos computadores constan de tres partes tales como la “memoria”, la “unidad ejecutiva” y el “control”. En primer lugar, la memoria estará dotada de una tabla de instrucciones que le permitirá responder adecuadamente las preguntas que le serán impartidas por el interrogador humano. Estas preguntas primordialmente tienen un contenido aritmético, en la cual el interrogador se encargará de hacer la pertinente comparación de habilidad deductiva entre máquina y hombre. Según Turing esta será una ardua tarea, porque los ordenadores construidos para que funcionen con estos principios pueden imitar realmente de una manera muy próxima las acciones de un calculador humano, ya que las reglas usadas por el calculador humano equivaldrían a la programación del computador.
En el siguiente apartado del texto, Turing se encarga de especificar los componentes técnicos  y físicos que conforman las habilidades pertinentes que puede llegar a tener un computador de carácter digital. Para que estos tengan éxito en el juego de imitación deberán ser parecidos a las máquinas de estado discreto, es decir, a las máquinas que se muevan a saltos de un estado bien definido a otro. También, el número de estados ha de ser enorme para poder imitar el proceso llevado a cabo por el calculador humano. Pero este tipo de máquinas no existían ya que todas se movían de forma continua. No obstante, él pronostica que pasados unos cincuenta años después de su escrito, esto ya será una realidad.
En 1990 se inició un concurso, el Premio Loebner, que consiste en una competición de carácter anual entre programas de ordenador que sigue el estándar establecido por la prueba de Turing. Un juez humano se enfrenta a dos pantallas de ordenador, una de ellas que se encuentra bajo el control de un ordenador, y la otra bajo el control de un humano. El juez plantea preguntas a las dos pantallas y recibe respuestas. El premio está dotado con 100.000 dólares estadounidenses para el programa que pase el test, y un premio de consolación para el mejor programa anual. A día de hoy todavía no ha sido otorgado el premio principal.
Por otra parte, Turing, en su artículo, también tiene en cuenta las opiniones opuestas y las críticas posibles a su teoría provenientes de los diferentes ámbitos sociales, culturales y científicos. Las objeciones a las que él intenta dar respuesta  son las siguientes:
1) La objeción teológica: considera que el pensar es una función del alma inmortal del hombre, por lo tanto, se cree que Dios ha dotado de alma al hombre, pero no a los animales ni a las máquinas. Y debido a esta razón, ni los animales, ni las máquinas pueden pensar.
2) La objeción del avestruz: sostiene que si existieran máquinas pensantes las consecuencias serían terribles, por lo tanto, las personas que mantienen esta objeción consideran que las máquinas pensantes no podrán existir. Turing responde que se trata de una falacia lógica conocida como argumentum ad consequetiam, es decir, un argumento que concluye que una premisa es verdadera o falsa dependiendo de si sus consecuencias son buenas o malas. Así que esta objeción muestra lo que nos gustaría que sucediese a los que la sostienen, no lo que no puede suceder.
3) La objeción matemática: alega que hay una serie de resultados de la lógica matemática que pueden usarse para demostrar que hay limitaciones en las funciones de las máquinas de estado discreto. Las objeciones basadas en el teorema de la incompletitud de Gödel suponen que la IA debe ser perfecta. Pero, según Turing, la perfección no es requerimiento para ningún tipo de inteligencia.
4) El argumento de la conciencia: consiste en una frase del Defferson que dice que <>. Esta objeción considera que un mecanismo nunca podrá simular a un hombre ya que no será consciente de lo que escribe. Este argumento parece invalidar el test de Turing, pero según él es fácil persuadir a los que sostienen esta posición porqué están condenados a caer en una posición solipsista.
5) Argumentos basados en varias incapacidades: afirman que las máquinas nunca serán capaces de hacer muchas cosas típicamente humanas, como por ejemplo: ser cortés, ingenioso, amistoso, enamorarse, etc. Turing dice que estas afirmaciones no están fundamentadas porque que no lo hayamos visto hasta ahora no quiere decir que siempre será así.
6) La objeción de Lady Lovelance: ésta afirma que las máquinas no tienen pretensiones de originar nada sino que simplemente hacen todo lo que sepamos como ordenárselo. Turing dice que esto no quita que en el futuro pueda haber máquinas pensantes, sólo muestra que aún queda un gran camino que recorrer.
7) El argumento basado en la continuidad del sistema nervioso: dice que nuestro sistema nervioso no es parecido al funcionamiento de una máquina de estado discreto. Al ser así, no tiene sentido que esperemos imitar a la conducta del sistema nervioso con una máquina de este tipo. Pero Turing contra argumenta  que el funcionamiento de un cerebro continuo responde de manera discreta durante el Test de Turing, por lo tanto, dentro de las condiciones del juego de imitación el interrogador no podrá beneficiarse de esta diferencia.
8) El argumento de la informalidad de la conducta: afirma que no es posible producir un conjunto de reglas con el propósito de describir lo que haría un hombre en cada conjunto de circunstancias posibles, es decir, que no se pueden establecer reglas de conducta que den cuenta de todas las eventualidades. Como tales reglas no existen, las máquinas no pueden parecerse a los humanos. Pero según Turing, no hemos investigado lo suficiente para afirmar que no existen leyes que regulen nuestro comportamiento.
9) El argumento de la percepción extrasensorial: dice que el test de Turing no funcionaría al hacer el juego de imitación con un sujeto que posea capacidades extrasensoriales y un computador, porque entonces sería fácil distinguirlos. El mismo Turing, en su artículo, nos explica que no funcionaría porqué precisamente esta situación sería análoga a lo que ocurriría si el interrogador se hablase a sí mismo en voz alta y uno de los contrincantes lo escuchara a través de la pared. Por lo tanto, se estaría incumpliendo una de las condiciones fundamentales que regulan el juego, y por esa razón no sería válido.
Hasta ahora, hemos visto que las máquinas tienen implícitos procesos deductivos, pero aún así Turing  es consciente de que no tiene argumentos positivos muy convincentes para apoyar su tesis principal. En este punto Turing empieza a analizar el proceso de desarrollo de la mente humana adulta, esto le lleva a proponer producir una máquina que simule la mente de un niño que sometida a un curso apropiado de educación pueda alcanzar un resultado similar al de un cerebro adulto. Él es consciente de que no es posible aplicar exactamente el mismo proceso de enseñanza a la máquina que al niño, pero cree que se pueden programar las máquinas-niño sobre el principio de refuerzo negativo y el refuerzo positivo.
En este punto, Turing relaciona su tesis con una de las corrientes de la psicología que tenía más éxito en el momento contextual de la publicación de su artículo: el conductismo. Esta corriente surgida a comienzos del siglo XX en los Estados Unidos por John B. Watson, usa métodos mecánicos que dan lugar al desarrollo de procesos repetitivos, así el aprendizaje provoca un cambio perdurable en la conducta, pues los fundadores de este modelo lo confirman mediante el postulado de estimulo/respuesta. Al realizar una acción, el organismo se encuentra con un determinado tipo de estímulos, llamado estímulo reforzador positivo. Este estímulo positivo  tiene el efecto de incrementar el comportamiento que ocurre inmediatamente antes del  estimulo reforzador. Esto es el condicionamiento operante: el comportamiento está seguido de una consecuencia, y la naturaleza de la consecuencia modifica la tendencia del organismo a repetir el comportamiento en el futuro. También se puede tratar de eliminar una conducta usando un estimulo reforzador negativo.
Como el aprendizaje, desde esta perspectiva, es visto como una forma de modificación de conducta y los procedimientos de modificación de conducta desarrollados por los conductistas han probado ser de gran utilidad para muchos maestros y escuelas desde inicios del siglo XX, Turing cree que se podría proceder de la misma manera con las máquinas.
Pero de acuerdo con esta teoría psicológica, se invierte la tesis principal, ya que con la aplicación de estos métodos se ve a los estudiantes como individuos vacíos que adquieren conductas y que las que no son deseadas pueden ser reemplazadas o eliminadas, es decir, como si fueran máquinas.
Hoy en día la ciencia ha seguido como vía de investigación la tesis de Turing pero invertida, es decir, si el hombre puede asemejarse a una máquina. Investigadores de la Escuela Médica de la Universidad Johns Hopkins y del Instituto Médico Howard Hughes, en Estados Unidos, han descubierto que eliminando ciertas proteínas de las conexiones neuronales del cerebro responsable de  almacenar  recuerdos dolorosos, se pueden borrar de manera permanente los recuerdos traumáticos. Aunque este hecho sólo se ha comprobado en ratones, los científicos señalan que, en un futuro, este mismo mecanismo podría potenciar el desarrollo de medicamentos que eliminen, también en personas, los miedos ocasionados por eventos traumáticos. Dichos medicamentos potenciarían el efecto de las terapias tradicionales aplicadas a ciertos trastornos, como el estrés post-traumático.
Por lo tanto, los científicos afirman que en un futuro se podrán borrar los recuerdos no deseados del cerebro, de forma selectiva y segura, del mismo modo que borramos un documento del ordenador. Es de esperar, que miles de personas que han atravesado situaciones traumáticas encontraran esta solución de lo más apetecible. Aún así la controversia  ética que generará será  de gran importancia.
Ahora volviendo al tema inicial del post, la corriente fuerte de la IA apoya la teoría de Turing. Ya que es partidaria de atribuir unos ciertos tipos de cualidades mentales al funcionamiento lógico de cualquier dispositivo computacional, incluso a los dispositivos mecánicos más elementales. Porque consideran que toda actividad mental consiste simplemente en llevar a cabo alguna secuencia bien definida de operaciones, es decir, algoritmos.
Para refutar esta posición, el filósofo John Searle desarrolla el siguiente experimento mental en 1980. Para llevar a cabo este experimento debemos imaginarnos un individuo que se encuentra en una habitación  completamente cerrada en China. Por una rendija le son entregados papeles con símbolos chinos que desconoce absolutamente pues el individuo no conoce el idioma chino. Con unas instrucciones en su lengua madre se le indica que debe sacar por la misma rendija una respuesta de acuerdo a un manual que se le ha entregado. En dicho manual sólo aparecen símbolos chinos de entrada y los correspondientes símbolos de salida. Así, el individuo puede localizar los símbolos que le son entregados y puede sacar papeles con símbolos diferentes. Los chinos que estén fuera de la habitación pensarán que el de la habitación conoce el chino pues han recibido respuestas satisfactorias.
Searle considera que lo mismo ocurre con un computador. Éste manipula diferentes códigos sintácticos que nada tienen que ver con la comprensión semántica de los contenidos procesados. Evidentemente, el concepto de intencionalidad está en el fondo del argumento de la habitación china de Searle en contra de la inteligencia artificial. Por lo tanto la tesis que sostiene la IA fuerte que defiende que la simulación de la inteligencia es inteligencia, no tendría éxito según Searle. Con este experimento también demuestra que el juego de imitación de Turing no es una medida adecuada para valorar si las máquinas piensan.
Pero, para Turing, igual que parar la IA fuerte, el cómo opere la máquina interiormente no tiene importancia o lo que ocurre dentro de una habitación donde se traduce chino, porque al fin y al cabo nosotros sólo percibiremos los resultados. Pero  Gödel afirma que cuando planteamos una cuestión autorreferencial la máquina no es capaz de dar respuesta y eso la delata. Ahí está la clave, un ser humano es capaz de dar respuesta a la formula gödeliana porque es autoconsciente y porque no sigue un proceso algorítmico para ello. La aplicación de este teorema demuestra que no somos meros sistemas formales, sino que somos algo más. Algo le falta a la máquina de Turing para poder sustituir a un ser humano en todos los aspectos de su existencia intelectual.
En resumen, parece que es admisible la posibilidad de construir máquinas que simulen el pensamiento humano en muchos ámbitos. Sin embargo el carácter no algorítmico de la conciencia impide ver al ser humano como un sistema formal. Por  lo tanto, esto me lleva a pensar que a no ser que haya un cambio revolucionario en el paradigma tecnológico, las máquinas no llegara nunca a ser conscientes de sí mismas y por lo tanto no llegaran nunca a pensar de la misma manera que el ser humano.

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