viernes, 16 de octubre de 2015

Temas. Las cinco vías y su estructura lógica. Teología revelada y teología racional.



Tema: Las cinco vías y su estructura lógica.

Santo Tomas cree en la posibilidad de establecer una demostración de la existencia de Dios basada en la razón ya que esta no es evidente para nosotros, para ello utiliza las vías, que no se basan en la fe en la existencia de Dios, sino en un proceso lógico y razonado que nos lleva hasta la concepción de la existencia de Dios. Para este filosofo existen dos clases de demostraciones: una llamada propter quid en la cual se parte de la idea de algo y se deducen ciertas propiedades a partir de esta idea, por ello si creemos que Dios es el ser más perfecto sería una imperfección que no existiera, por lo tanto debe existir. Pero santo Tomas se opone a esta clase de demostración ya que piensa que la esencia y la existencia son conceptos separados, ya que no podemos deducir la existencia de Dios a partir de la idea del mismo. Por ello Santo Tomas utiliza otro tipo de demostración llamado quia que parte del principio de causalidad, que se encuentra omnipresente en sus cinco vías. Estas vías recorren distintos caminos para remontarse racionalmente hasta Dios, todos los cuales aplican el principio de causalidad. Las vías recorren de forma explicita los caminos que sigue naturalmente la razón humana para concluir que existe el ser supremo y presentan una estructura más o menos semejante, que es la siguiente:
• Se parte siempre de un fenómeno natural que sea observado es decir, un hecho de experiencia sensible que hay que describir en términos metafísicos.
• A este hecho de experiencia se le aplica siempre el principio de causalidad. Este exige a cada fenómeno una causa proporcionada, Santo tomas entiende que la causa es siempre superior al efecto, ya que este ultimo depende de esta. Este principio de causalidad adquiere diversas modalidades o formulaciones según el fenómeno que se considere.
• Se afirma que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas, ya que si no existiera una causa primera no podrían tener lugar todas las demás y tampoco sus respectivos efectos. Pero como nosotros somos capaces de percibir esos efectos mediante nuestra experiencia sensible es necesaria la existencia de esa causa primera para explicar este efecto.
• Por ultimo, se llega a la conclusión de que esa causa inmutable, imperecedera y eterna es Dios, siendo éste, el ser y la esencia en si mismo.
La primera y la segunda se basan, respectivamente, en el movimiento y en la causalidad, y dependen de Aristóteles.
La primera, parte de la premisa: “Todo lo que se mueve es movido por otro”, y lleva hasta Dios como Primer Motor, fundamento de todo cambio.
Siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino distingue dos dimensiones en toda realidad (excepto Dios): el acto o principio activo en virtud del cual cada realidad es lo que es y la potencia, dimensión de inercia, de posibilidad o momento de no-ser relativo en virtud del cual esa realidad puede cambiar. Así, toda cosa está en acto respecto de sí misma, y en potencia de ser otra cosa. El movimiento es, pues, el paso de la potencia al acto; es decir, la actualización o realización de esa potencia que cada cosa tiene de llegar a ser otra. El movimiento de un móvil siempre exige un motor, como la actualización de la potencia exige un acto. Dios aparece entonces, más allá de la serie de actos y motores intermedios, como el Acto Puro o Primer motor inmóvil.
La segunda, parte de la premisa: “Nada puede ser causa de sí mismo”, y lleva hasta Dios como Primera Causa, fundamento de todo efecto. Esta vía presenta una simetría perfecta en relación con la anterior.
Digamos ahora que, Aristóteles y Tomás de Aquino, al preguntar por las causas del movimiento, se salen de la Física y llegan a la metafísica de dios como motor del universo.
La tercera vía, parte de la premisa siguiente: “Aquello que es posible que no sea, alguna vez llega a no ser”, y lleva hasta Dios como Ser necesario, fundamento de toda contingencia.
En filosofía, se llama contingente a aquello que es, pero podría no ser; el ser contingente se opone al ser necesario, que no sólo es, sino que no puede no ser, es decir, que tiene que ser. Pues bien, el hecho de que las cosas nazcan y mueran prueba que su existencia no es necesaria, sino contingente. Pero si no hubiese nada necesario, ¿en que se fundamentarían estos seres, que, teniendo la posibilidad de no ser, no pueden existir siempre y habrían vuelto ya a la nada, al realizarse en algún momento tal posibilidad? Dios es, pues, esa causa necesaria que mantiene a los seres contingentes en el ser.
La cuarta y la quinta vía, basadas en los grados de perfección y en el orden armonioso del mundo, dependen de Platón.
La cuarta vía parte de la premisa: “Los distintos grados de perfección de las cosas presuponen un grado máximo que será la causa de los grados menores, y lleva hasta Dios como ser perfectísimo, fundamento de toda perfección.
La quinta vía parte del orden final, inteligente, que cabe  observar en el mundo, y lleva hasta Dios como ser inteligente, que ordena las cosas naturales a un fin. Más tarde, Kant criticará esta prueba, aunque reconociendo su carácter relativamente razonable y sensato. En efecto, según Kant, ese orden del mundo es relativo, pues también incluye desorden; además, la finalidad que creemos ver realizada en la Naturaleza, puede deberse a una ilusión antropomórfica; por último, el argumento demostraría, como mucho, la existencia de un Arquitecto u Ordenador del universo, de un Demiurgo sabio y poderoso, pero no de un creador del mundo, omnisciente y omnipotente.


VIAS
1º NATURALEZA
Se observa
Principio de causalidad
Imposibilidad de una cadena infinita de causas
Demostración
1
Movimiento
Todo movimiento es efecto de un motor
Motrices
Primer motor
DIOS
2
Causalidad
Todo efecto procede de una causa previa
Eficientes
Causa 1ª
3
Contingencia
Todo ser contingente procede de otro previo
Seres contingentes
Ser Necesario
4
Perfección
Todo nivel de perfección participa de un ser perfecto superior
Seres perfectos
Ser Perfecto
5
Orden
Todo nivel inferior en el orden de los seres depende de otro superior
Niveles de orden
Fin último
 



 Tema. Teología revelada y teología racional o teodicea.

La teología es el conocimiento de Dios y de las verdades reveladas. Santo Tomás utiliza más las expresiones doctrina sagrada” y doctrina cristiana” que la de “teología” para referirse a toda la enseñanza cristiana relativa a la salvación y que, en último término, descansa en la revelación.
         Considera que existe un doble orden de verdades relativo a Dios: las que sobrepasan la capacidad de la razón humana (que Dios es uno y trino, por ejemplo); las que pueden ser alcanzadas por la razón natural (como la existencia y la unidad de Dios). Teniendo en cuenta este doble orden de conocimiento podemos distinguir dos tipos distintos de teología: la teología racional o natural: intenta llegar a Dios a partir de las fuerzas mera­mente naturales como es la razón; la teología sobrenatural o teología de la fe: tiene como fundamento las verdades reveladas y la fe.
         Sin embargo, en la primera es también importante la fe porque puede orientar a la razón tanto para preservarla de errores como para indicarle el camino que debe seguir y el término al que debe llegar; y en la segunda es importante la razón pues el teólogo puede utilizar esta facultad natural para ordenar y sistematizar los conocimientos, para aclararlos o explicarlos hasta donde sea posible y para defender a la teología de los argumentos contrarios.
         La teología es la ciencia o conocimiento superior, y ello, dice Santo Tomás, por dos razones: por la dignidad de la materia que trata (Dios) y por la certeza que contiene, pues se funda en la luz del propio Dios, que es infalible. Es también sabiduría, y ello en grado sumo, pues la sabiduría es el conocimiento de cada cosa concreta por las causas más altas, y Dios es la causa primera y más alta de todo. Así pues, la teología revelada está íntimamente vinculada a la fe, mientras que la teodicea lo está a la razón.
Preguntar por las relaciones entre TR y T es, por tanto, lo mismo que preguntarse por las relaciones entre fe y razón. Esta cuestión está ligada a la cuestión de si la existencia de Dios es o no evidente. La posición del aquinate es que hay que alcanzarla mediante el razonamiento. (Art. 2). ¿De qué género es el razonamiento que nos permitirá demostrar la existencia de Dios? Esta es la cuestión que afronta el citado artículo. 
La primera de las dificultades que se presentan respecto de la demostrabilidad de la existencia de Dios es clara: “La existencia de Dios es un artículo de fe”. Es decir, objeto de la teología revelada. En la solución primera, Tomás de Aquino despachará esa objeción al establecer la neta distinción entre artículo de fe y preámbulo al artículo de fe. 
Prosigamos, pues, señalando cómo trata dicho problema. Para Tomás de Aquino se debe distinguir entre verdades que son objeto de la razón y verdades que lo son de la fe. Fe y Razón son dos facultades distintas de conocimiento. Verdades como “Dios es uno y trino” o “Dios se encarnó en hombre”, no pueden ser sabidas y demostradas por la razón natural del hombre: sólo pueden ser creídas, es decir, a ellas sólo se puede acceder por la fe.
Ahora bien, el aquinate, siguiendo a Aristóteles, sostiene que enunciados como “Dios existe”, y otras relativas a los atributos de Dios, sí son susceptibles de prueba o demostración racional: de ahí la posibilidad de una teología natural, racional o filosófica que funcione como preámbulo o introducción a la Teología sobrenatural, revelada o religiosa.
Esto no significa que proposiciones como “Dios existe” u otras semejantes no esté garantizadas por la Fe: lo están en efecto; y esto es muy conveniente para nosotros desde el momento en que la Razón humana es falible y en peligro de errar.
Así pues, la relación entre Razón y Fe ha de ser armoniosa. No pueden entrar en colisión, al menos de derecho, ya que la Verdad es Una. Tomás de Aquino caracteriza esta armonía en los siguientes términos:
a.      Las verdades de la Fe no son verdades contra la razón sino sobre la razón. Son verdades sobrenaturales, no antinaturales.
Más tarde, Lutero y el protestantismo sostendrá, desde un irracionalismo fideísta, que la Fe violenta la Razón, que creer es creer contra la Razón, y que esto constituye un verdadero suicidio intelectual. De ahí, la grandeza del hombre religioso.
b.      Cuando hay conflicto entre Razón y Fe, dicha oposición hay que tomarla como algo aparente, pues se resuelve fácilmente imputándole error a la Razón. Es decir, si la Razón llega a contradecir a la Fe, es la Razón la que está equivocada, no la Fe.
El aquinate, para quien la Verdad es Una, polemiza con los Averroístas de la Universidad de París, refutando la Teoría de la Doble Verdad, según la cual, una proposición puede ser verdadera en Filosofía y falsa en Teología. Esta teoría tenía una función muy concreta: permitía la libertad de investigación en materia filosófica, aunque ésta llegara a conclusiones diferentes a las de la Fe. Sin embargo, a partir de la Edad Moderna, cuando se de una contradicción entre lo que dicta la Fe y lo que descubre la Razón, el conflicto se resolverá haciendo una interpretación de la Biblia que sea conciliable con el espíritu de la Ciencia.
Tenemos pues que Razón y Fe son distintas y que existe una relación armónica entre ambas. El Aquinate intenta ir más allá señalando que deben colaborar. Y esta colaboración se lleva a cabo en un doble sentido. En primer lugar, la Razón colabora con la fe de tres maneras:
a.                  La Razón demuestra los preámbulos de la fe, es decir, las proposiciones cuya demostración es necesaria a la Fe misma. No podemos creer en lo que Dios ha revelado, si antes no sabemos que Dios existe, que es Uno, que es Inteligente, etc.
b.                 La Razón, la filosofía, puede utilizarse para aclarar mediante comparaciones o analogías las verdades de la Fe. Quede claro que estamos hablando de un cierto “esclarecimiento” del Misterio, pero no de su racionalización.
c.                  Rebatiendo las objeciones contra la Fe, demostrando que son falsas o, al menos, que no tienen fuerza demostrativa. En este punto hay que hacer una nueva matización: la Razón no demuestra la fe, sino que refuta a aquellos que la niegan.
Y la Fe colabora con la razón presentándose como criterio o norma negativa de verdad. Así, un filósofo puede saber, gracias a la Fe, si su filosofía contiene errores: contendrá tantos errores como puntos de fricción con la Fe presente.
Después de lo dicho, podemos ya afirmar que la cuestión de la demostración de la existencia de Dios es uno más de los modos en que la Razón colabora con la Fe. Bien entendido que dicha demostración no es requisito indispensable para tener por cierto que Dios existe, puesto que cabe, sin embargo, que alguien acepte por fe lo que de suyo es demostrable. En efecto, para Tomás de Aquino, está en juego la salvación del hombre, y aunque un hombre en su sano juicio puede tras un proceso reflexivo llegar a la conclusión de que dios existe, también es cierto que cualquier hombre por un simple acto de fe puede alcanzar las verdades a que llega, tras devanarse los sesos, el más inteligente de los filósofos. En definitiva, la Fe es un atajo que ahorra los esfuerzos que la Razón precisa para llegar a la Verdad.

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