El retorno a la caverna y las tinieblas.
El filósofo, que ha llegado al mundo sensible y contemplado las Ideas, debe volver a descender a la caverna o mundo sensible para ayudar a los hombres a salir del sueño en el que se hallan sumidos. Pero su retorno no estará exento de dificultades. Como señala Platón en el texto, no es extraño que se muestre torpe cuando tenga que discutir en los tribunales o en otro lugar (mundo sensible), sobre la apariencia de lo justo cuando él conoce la justicia en sí (mundo inteligible). El filósofo ha conocido la verdad, la belleza y el bien. El mundo sensible, las tinieblas, representan todo lo contrario: la ficción, la multiplicidad y el cambio. Es un mundo ficticio que debe, bajo las órdenes del filósofo, convertirse en la copia más fiel del mundo inteligible. Las tinieblas deben dejar paso a la luz. Y el régimen político más adecuado no es otro que un Estado aristocrático en el cual los filósofos sean reyes o los reyes, filósofos.
El retorno a la caverna simboliza la dimensión ético-política de la dialéctica. Una vez que se ha conocido la Justicia, la Verdad, etc., el prisionero liberado debe volver a la caverna para ilustrar a los prisioneros. Esta fase se identifica con la doctrina socrática del intelectualismo moral, el cual identifica el saber y la virtud: solamente puede hacer cosas buenas, aquél que sabe lo que es el bien; o sólo puede obrar justamente, aquél que sabe lo que es la justicia. El prisionero liberado, convertido ya en sabio, vuelve a la caverna, a las tinieblas, con el objetivo de enseñar al resto de prisioneros cómo liberarse de las cadenas o prejuicios. Para ello no cabe otro medio que la constitución de una ciudad ideal o una república basada en el ideal griego de equilibrio y armonía.
La ciudad ideal o el Estado justo se divide en tres clases sociales que son el correlato social y político de la división tripartita del alma. Es decir, la propuesta de estratificación social se fundamenta en la concepción antropológica platónica. Platón divide el alma en tres partes; racional (cabeza), irascible (pecho) y concupiscible (vientre). El alma racional es la parte superior del alma, inmortal y divina. Gracias a ella alcanzamos el conocimiento (noesis) de las Ideas y la capacidad de actuar moralmente. El "mito del carro alado" (Fedro) representa el alma racional con la metáfora del auriga. Es la parte más excelente del alma y se identifica con la razón. El alma irascible es aquella en la que se sitúan la voluntad, el valor y la fortaleza. En el mito anteriormente mencionado queda representada por el caballo blanco que obedece las instrucciones del auriga. Gracias a esta parte el auriga puede seguir a los dioses hacia el mundo de las Ideas y la contemplación de la Idea de Bien. El alma concupiscible o parte mortal es la responsable de las pasiones y los deseos sensibles. En el "mito del carro alado", Platón representa el alma concupiscible con la metáfora del caballo malo, poco dócil y que dirige al carro hacia el mundo sensible. Es la parte del alma humana más relacionada con el cuerpo. Por estar tan íntimamente ligada al cuerpo se destruye cuando éste muere. La sitúa en el abdomen. Al alma racional le corresponde la clase de los filósofos o gobernantes de la ciudad; al alma irascible la clase de los defensores de la misma; al alma concupiscible la clase de los trabajadores.
El ideal de ciudad basado en la armonía exige que exista un equilibrio entre las tres clases sociales, al igual que la idea de armonía en la conducta de la persona exige un equilibrio entre las diferentes partes del alma. Y al igual que en la persona el alma racional debe dominar a las otras, en la ciudad, la clase de los filósofos debe gobernar al resto. La forma política que debe adoptar el gobierno de la república es la de un régimen aristocrático o gobierno de los mejores, en este caso de aquellos que conocen las Ideas, es decir, los filósofos.
Se trata de una organización política estrictamente jerarquizada. No todos los individuos están igualmente dotados por la naturaleza, ni deben realizar las mismas funciones. En cada uno predomina un alma, y debe ser educado para la función que le es más idónea (el Estado platónico es ante todo una institución educativa). La vida de los ciudadanos está en función del bien de la comunidad. Así, por ejemplo, Platón habla de un “comunismo” total para las clases superiores: abolición de la propiedad privada y de la familia. De este modo, gobernantes y guerreros, estarán a salvo de la ambición personal o de casta. Mujeres y hombres reciben la misma educación. Es una educación gradual a partir de la cual se determina la clase a la que pertenecerá cada uno. Los que se muestran menos dotados reciben una educación elemental y forman la clase de productores (serán agricultores, industriales o comerciantes); los más aptos continúan su formación y serán nuevamente seleccionados para guardianes o, en el caso de los mejores, para gobernantes. Para Platón la vida del individuo debe estar supeditada al interés de la comunidad.
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