jueves, 23 de febrero de 2012

Texto de Nietzsche

c) NIETZSCHE, El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la filosofía” (trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51-58).

1

¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filóso­fos?... Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipti­cismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eter­no], -cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos se­ñores idólatras de los conceptos, cuando adoran, ‑se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando ado­ran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la pro­creación y el crecimiento son para ellos objeciones, ‑in­cluso refutacio­nes. Lo que es no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien, todos ellos creen, incluso con deses­peración, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. "Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? ‑"Lo tene­mos, gritan dichosos, ¡es la sensi­bilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacer­se del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, ‑la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la men­tira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la huma­ni­dad: todo él es "pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica­ de sepulturero! ‑ ¡Y sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamenta­ble "idée fixe" [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!..." (…)

4.

La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos pe­ligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final ‑¡por desgracia! , ¡pues no debería siquiera ve­nir!- los "conceptos supremos", es decir, los concep­tos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más, sólo ex­presión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El proce­der de algo distinto es considerado como una obje­ción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo in­condicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradic­ción consigo misma... Con esto tienen los filósofos su estupendo con­cepto "Dios"... Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo] ... ¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!... (…)

6

Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esen­cial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.

Primera tesis. Las razones por las que "este" mun­do ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, ‑otra especie distinta de realidad es abso­lutamente indemos­trable.

Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asig­nados al "ser verdadero" de las cosas son los signos distintivos del no‑ser, de la nada, ‑a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es como se ha cons­truido el "mundo verdadero": un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral.

Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de "otro" mun­do distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantas­magoría de "otra" vida distinta de esta, "mejor" que ésta.

Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verda­dero" y en un mundo aparente", ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instan­cia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la decadence, -un síntoma de la vida descendente... El hecho de que el artista estime más a la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la "apariencia" significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El ar­tista trágico no es un pesimista, ‑dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco...




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