F. NIETZSCHE.
Contextualización, nociones y tema. 2017/2018
CONTEXTUALIZACIÓN
1. El crepúsculo
de los ídolos. La obra de Nietzsche El
crepúsculo de los ídolos data de 1888. Fue subtitulada por el propio autor:
Cómo se filosofa a golpes de martillo. El título del libro supone una
parodia de la ópera de Wagner El
ocaso de los dioses. Esta obra de Nietzsche es un resumen de su
pensamiento, una introducción a su filosofía. El objetivo del autor es hacerle
preguntas a los valores e ideales de la cultura occidental, para que estos al
responder lo hagan con el sonido hueco propio de su condición de ídolos.
Es este, un filosofar a martillazos que se resuelve en uno de los mensajes
favoritos de Nietzsche: “¡Haceos duros!”. Por último, no deja de ser
curioso como Nietzsche se apropia del discurso de los profetas del Antiguo
Testamento -los cuales denunciaban la idolatría porque distinguían precisamente
entre Dios e ídolo, es decir, entre el Dios verdadero y los falsos dioses
fabricados por el hombre-, extendiendo la noción de ídolo a Dios mismo.
Tras la publicación de Más allá del
bien y del mal, en 1886, Nietzsche tomó la decisión de no imprimir ninguna
cosa más durante una serie de años. Abrigaba la idea de dedicarse a elaborar
una exposición detallada de su filosofía, que debía llamarse la Voluntad de
Poder. A Nietzsche le quedaba por aquel entonces poco más de un año de vida
lúcida. Sin embargo, Nietzsche dejó impresas durante este año nada menos que
seis obras, una de las cuales es a la que pertenece el texto objeto de
comentario. En la carta en la que anuncia esta obra a su editor, fechada el 7
de Septiembre de 1888, el autor opina de este escrito que es “el más limpio de
todos mis manuscritos que yo le haya enviado nunca”. El título inicial debía
ser Ociosidad de un psicólogo, pero
tras recibir una carta de su amigo Peter Gast en la que le sugería un cambio de
título, el filósofo decidió el título actual. En Ecce homo, obra autobiográfica de Nietzsche, el autor dice a
propósito del Crepúsculo de los ídolos:
“Lo que en el título se denomina ídolo es sencillamente lo que hasta ahora fue
llamado verdad. Crepúsculo de los ídolos, dicho claramente: la vieja verdad se
acerca a su final. No existe ninguna realidad, ninguna idealidad que no sea
tocada en este escrito...no sólo los ídolos eternos, también los más
recientes...
2. El Crepúsculo
de los ídolos en el contexto de la obra de Nietzsche. Este libro pertenece
a la última etapa del pensamiento de Nietzsche. Tres fases pueden distinguirse
en el desarrollo de su filosofía: a. Un período de juventud, o periodo
romántico, en el que estudia la cultura griega, se deja influir por
Wagner y por Schopenhauer: El origen de la tragedia en el
espíritu de la música; b. Un período de transición, o período positivista,
en el que se apoya en las ciencias experimentales para renegar de los valores
románticos en los que había creído hasta ese momento. (Gaya ciencia)
y c. Un período de madurez, en el que combina la formulación positiva de los
grandes temas de su filosofía con la crítica feroz de la tradición cultural de
occidente. (Crepúsculo de los ídolos)
3. La obra de
Nietzsche en el contexto de la historia de la filosofía
El pensamiento de Nietzsche significa tres cosas:
a. Una crítica radical de la tradición cultural de occidente, tanto de sus
antiguos como de sus nuevos valores e ideales: filosóficos, religiosos, éticos,
políticos. También de la falta de ideales y valores (nihilismo), lo cual genera
pasividad, indiferencia, aburrimiento, incredulidad, etc.; b. A pesar del tono
polémico e irreverente, la mencionada crítica no es periodística, es decir,
esta crítica presupone en todo momento una formación disciplinada en esa
tradición, un conocimiento de ella desde dentro, e incluso un gran respeto, una
devoción y hasta una verdadera veneración por la cultura criticada. En este
sentido, cabe recordar al joven Nietzsche en su triple papel de filólogo
clásico, de entusiasta amigo de Wagner y de discípulo devoto de Schopenhauer;
c. El pensamiento de Nietzsche supone una alternativa a la tradición criticada,
se presenta como un irracionalismo vitalista, una filosofía de la vida que
sirva de fundamento a lo que han de ser lo verdaderos valores e ideales del
hombre, que sirva de base a toda una futura y nueva cultura. Esta filosofía de
la vida se resume en un sí a la vida, afirmación que se desarrolla a través de
sus doctrinas. Cabría hacer una enumeración de los temas más relevantes que
abarca la filosofía de Nietzsche. Y entonces podríamos apuntar: el eterno
retorno de lo Mismo, Dionisos, el superhombre, la transmutación de los valores,
el nihilismo, la razón.
4. La obra de
Nietzsche en el contexto socio-histórico de su época. La obra de Nietzsche
puede ser entendida como resultado de su época y como intento de superación de
la misma. Por un lado, el siglo XIX está dominado por tres grandes movimientos
culturales: a. El liberalismo, el socialismo y el anarquismo, teorías políticas
que propugnan, cada una a su manera, un progreso social y unos valores
liberales y democrático-igualitarios con los cuales no puede estar de acuerdo
Nietzsche. b. El romanticismo, concepción irracionalista del mundo que combina
el culto a los valores estéticos -literiarios y artísticos- con un cierto
pesimismo vital. c. El positivismo o filosofía que valora la ciencia y el
progreso científico. Por otro lado, ya en el siglo XIX comienzan a aparecer los
primeros síntomas de nihilismo, que Nietzsche describe con precisión. Pues
bien, contra el naciente nihilismo manifiesto que le rodeaba, se dirige su
filosofía. Porque Nietzsche no sólo diagnosticó el nihilismo de su tiempo, sino
que pronosticó o profetizó, con extraordinaria lucidez, el nihilismo de
nuestros días.
Información adicional que
puede ser utilizada. Periodos de la obra de Nietzsche.
I. Período romántico:
Nietzsche se inspira en los presocráticos (Heráclito), Schopenhauer y Wagner.
Los símbolos interpretativos son: El artista, Dionisos y Apolo.Schopenhauer y Wagner:
Etica de la renuncia y esteticismo irracionalista del sentimiento. El Joven
Nietzsche.
Tras la pérdida de la fe, la filosofía de Schopenhauer se convierte en el
sustitutivo de la religión. Pero, ¿Qué dice Schopenhauer que tanto interesa a
Nietzsche? El mundo es mi representación, no es más que un fenómeno, no es cosa
en sí. Y también, el mundo es mi voluntad. Voluntad significa aquí movimiento,
devenir, fuerza que mueve todo, sin rumbo ni meta, sin finalidad. He ahí el
fundamento de todo lo existente desplazando a la razón, al logos, a la idea, al
sujeto transcendental…La esencia del mundo es esta fuerza originaria que en el
proceso de autodesarrollo se divide en infinitas voluntades que por doquier
andan en incesante lucha. Schopenhauer describe al hombre como el más indigente
de todos los seres, a la existencia humana como la experiencia dolorosa de la
propia vida, una vida que ya desde el principio es muerte. Detrás de las cosas
no hay un dios que explica el mundo, sino un impulso primario de vida, sin
fundamento ni meta, y cuya característica fundamental es el sufrimiento, el
dolor. ¿Cómo es posible la liberación del dolor? Mediante la autoliberación del
propio hombre a través del arte, de una ética de la renuncia, de negación de la
voluntad individual y afirmación de la voluntad total. Renuncia a la
individualidad y propósito de fundirse con el todo en el sumo placer de la
muerte. Wagner es para Nietzsche en música lo que Schopenhauer en filosofía. El
joven Nietzsche intenta una fusión de ambos: unir la metafísica de la voluntad
del filósofo con la teoría del arte del músico. De esta unión nace El
nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1871). En esta obra,
Nietzsche sostiene la idea de que el mundo griego no se caracteriza por una
ingenua y sosegada grandeza, sino por una profunda disensión entre dos fuerzas
vitales: Lo apolineo y lo dionisíaco; el principio de la medida y del orden (el
mundo como representación) y el principio de la impetuosidad, del delirio, de
la fuerza creativa (el mundo como voluntad). De esta pugna surge, a juicio de
Nietzsche, la máxima creación de los griegos: la tragedia. Pero, lo dionisíaco
es sofocado por el espíritu intelectualista y la ilustración socrática. Después
vendrán los filósofos con sangre de teólogos y apuntillarán a Dionisos. Éste no
resucita hasta el romanticismo con la filosofía de Schopenhauer y la música de
Wagner. De este período es también la obra Consideraciones
intempestivas (1878-1882).
II. Período
positivista. Nietzsche se inspira en Voltaire y los ilustrados
franceses. Desde una posición positivista critica la metafísica, la religión y
el arte. El símbolo interpretativo es el hombre libre. Nietsche
denuncia la decadencia de su época y donde otros ven el ideal, él ve algo Humano,
demasiado humano (1878). Comienza a desarrollar la sospecha de que los
productos culturales son un efecto de superficie de fuerzas encubiertas: Aurora
(1881) y la Gaya Ciencia (1882). En esta última aparece ya constatado el
nihilismo europeo: “Dios ha muerto”. La muerte de dios no es una constación
psicológica, sino más bien un hecho básico para la interpretación del mundo y
del hobre. Nietzsche proclama la muerte de dios para tomar conciencia de ella y
cambiar así la situación.
III. El mensaje de
Zaratustra. Los símbolos interpretativos: Zaratustra, el superhombre y la
muerte de Dios. . Zaratustra ha sido, a juicio de Nietzsche, el primero
en predicar el dualismo entre el bien y el mal; por eso debe ser el primero en
superarlo. Lo que era imposible para el hombre, no lo es para el superhombre:
sobreponerse a la muerte de dios. Así habló Zaratustra (1884)
IV. Período crítico.
Filosofía de la cultura. Los símbolos interpretativos son el nihilismo y el
martillo. Mas allá del bien y del mal (1886) quiere ser
ante todo una crítica de la modernidad. El propósito de Nietzsche es claro:
socavar todos los fundamentos en que el saber humano se ha basado hasta ahora
demostrando que son prejuicios de la fe o prejuicios de los filósofos. Más allá
del bien y del mal quiere decir más allá de lo verdadero y de lo falso. El
problema gnoseológico se presenta como el reverso del problema moral. Este tema
continúa siendo el núcleo de la Genealogía de la moral (1887). El Crepúsculo
de los ídolos (1889) es una declaración de guerra a los ídolos eternos
(Dios, Verdad…), los cuales se han erigido contra los instintos de la vida y
representan una condena de tales instintos. Otras obras de este período: El
anticristo (1888).
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Nociones: los sentidos y el cuerpo.
Texto: "Tiene que haber una ilusión, un
engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el
engañador? ‑"Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos
sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan
acerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse del engaño de los
sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, ‑la historia
no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo
lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es
"pueblo". ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo
con una mímica de sepulturero! ‑ ¡Y sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable
"idée fixe" [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores
de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo
bastante insolente para comportarse como si fuera real!..."
Desarrollo de la noción.- La dicotomía ontológica de la metafísica
tradicional que contraponía el mundo verdadero (racional) al mundo aparente
(sensorial) genera: a) una dicotomía epistemológica, que establece la
superioridad del conocimiento racional frente al sensorial b) una dicotomía
moral, fruto de los valores establecidos por el cristianismo, y contra la cual
Nietzsche postula una moral natural.
Frente a la opción tradicional definida por la línea: mundo verdadero,
razón, moral contranatural (cristiana), Nietzsche plantea la línea vitalista:
“mundo aparente” –que es el único-, sentidos y moral natural, basada en el
cuerpo y los instintos.
El conocimiento sensorial había sido
denostado por la tradición filosófica racionalista: Platón lo reduce a doxa u
opinión, Descartes nos hizo reparar en la falacidad de los sentidos. Por el
contrario, Nietzsche lo asumirá como superior al conocimiento racional, pues en
su crítica a la metafísica afirmará que la razón falsifica la realidad. Para
Nietzsche, el mundo “aparente” de los filósofos es el único real. Es un mundo sometido
al devenir, al cambio, y es, pues, vitalmente accesible a través de los
sentidos, del cuerpo. Solo los sentidos pueden mostrarnos las características
del único mundo existente: la multiplicidad y el cambio. Sólo ellos se ajustan
a la máxima ontológica nietzscheana contraria a la tesis tradicional de que lo
es no deviene, lo que deviene no es. La unidad y la inmutabilidad del ser son
ficciones provocadas por la razón que, mediante el lenguaje, falsifica la
realidad apoyada en el poder fetichista del lenguaje. Este poder nos hace creer
que por el mero hecho de existir una palabra, debe existir la realidad o el
objeto que nombra. La tarea del superhombre
es, precisamente, la transmutación de todos los valores, es decir, la
construcción de una nueva moral que restituya el valor del cuerpo, de los
instintos y de las pulsiones. Los sentidos son, precisamente, aquellos que nos
presentan el cambio y la multiplicidad de todo lo existente, frente a las
ficciones y falsedades de la razón –unidad y multiplicidad-, la cual apostaba
por una ontología basada en la inmutabilidad del ser, del verdadero ser. El
superhombre nietzscheano no es, desde luego, la raza aria, ni la bestia rubia
de los nazis, ni una especie de supermán americano: no es el hombre actual
sobredimensionado, sino aquel capaz de sumergirse en el fondo dionisíaco de las
cosas, en la certeza de que el mundo es multiplicidad y cambio. Es aquél capaz
de soportar, sin enloquecer, la muerte de Dios. No está claro si es una
esperanza, algo por venir, o una realidad que existe de forma oculta y que sólo
espera el momento idóneo para manifestarse.
Nietzsche propugna, pues, una alternativa a
la moral tradicional, una transmutación de todos los valores basada en el valor
del cuerpo y de los instintos. La referencia ya no será el alma o la razón,
sino el cuerpo, lo sensorial, la vida sometida a la multiplicidad de formas y
al cambio. Los sentidos no nos engañan como había sostenido la filosofía
tradicional. La moral tradicional cristiana, una moral de la resignación y de
desprecio del cuerpo, una moral de esclavos, del rebaño, debe ser sustituida
por una moral natural aristocrática basada en la voluntad de poder y no de
sometimiento: Así, a la noción de culpa opone la de inocencia. Frente a los
conceptos de arrepentimiento y perdón, opone el olvido. La moral cristiana
expresa el odio mortal a la vida y al cuerpo. Este movimiento contranatural y
diabólico comienza con el judaísmo y alcanza su plenitud con el cristianismo,
que es una moral de esclavos, una religión no del amor sino del odio, del odio
a la vida.
Nociones. Los conceptos supremos y Dios.
-Texto en el que se inspira directamente
esta noción: La
otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en
confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que
viene al final ‑¡por desgracia! , ¡pues no debería siquiera venir!- los
"conceptos supremos", es decir, los conceptos más generales, los más
vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Esto es, una vez más,
sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito
provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada... Moraleja: todo lo
que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El
proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone
en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno
de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo
verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente
tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser
tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma...
Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto "Dios"... Lo
último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí,
como ens realissimum [ente realísimo] ... ¡Que la humanidad haya tenido
que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de
telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!... (…) (El texto accesorio que
utilizaremos pertenece a la Gaya ciencia)
-Desarrollo de la noción
La segunda
idiosincrasia de los filósofos. Nietzsche enuncia la segunda idiosincrasia de los
filósofos: "consiste en confundir lo último y lo primero". Según
Nietzsche, en la realidad lo superior es siempre un producto de lo inferior y
debe explicarse a partir de lo inferior. ¿Qué quiere decir con esto? Pues, por
ejemplo, que hay que explicar al hombre como evolución del animal, y esto es
una explicación materialista de lo superior por lo inferior, y no como una
creación de Dios, siendo esta una explicación idealista de lo inferior por lo
superior. Del mismo modo habría que explicar a Dios como invención del hombre y
no desde sí mismo. Además la tradición filosófica ha establecido la siguiente
contraposición: superior=anterior / inferior=posterior. En palabras de
Nietzsche: "Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final -¡por
desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir! -los conceptos supremos, es decir,
los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que
se evapora." Los filósofos, así, confundiendo, a juicio del
autor, lo primero con lo último, siempre han explicado los conceptos supremos y
los valores como causa de sí mismos, como algo que no podía proceder o resultar
de cosas consideradas por debajo de tales conceptos o valores, cuyo prototipo
sería el concepto de Dios: "lo último, lo más tenue y vacío, ha sido
puesto por la filosofía como lo primero, como causa en sí...".
Dios y el nihilismo. Con la expresión
"muerte de Dios", Nietzsche no se refiere directamente al hecho
natural de la no existencia de Dios, tampoco se refiere al hecho psicológico de
la no creencia en Dios (el loco no dice: "Dios no existe" o "No
creo en Dios"); con esta expresión se nombra un suceso de carácter
histórico cultural. En efecto, exista o no exista Dios, lo cierto es que,
durante la Edad Antigua y Media, como idea y como creencia, Dios vivía en la
conciencia y en el corazón de los hombres, hallándose presente, de alguna
forma, en todas las manifestaciones de la cultura. En el mundo moderno, por el
contrario, con la creciente autonomía de las distintas teorías y prácticas humanas
respecto de cualquier norma teológica-religiosa, Dios ha dejado de vivir,
"Dios ha muerto". En
La Gaya ciencia, Nietzsche proclama
que “Dios ha muerto”. El concepto supremo ha dejado de ser operativo en el
ámbito de la ciencia, la moral, la política y dela vida. Ahora, es
caracterizado como “lo más tenue, lo más vacío…” Nietzsche piensa la época moderna a la luz de este acontecimiento
transcendental, no localizable de manera simple en la historia, en una fecha y
en lugar concreto, pero sin el cual no puede entenderse esa misma época
moderna: la "muerte de Dios", es decir, el ateísmo. Para el filósofo
alemán, la "muerte de Dios" es el suceso más importante de la
historia; tiene tal magnitud que divide la historia en dos, inaugurando un
acontecer superior a todo lo ocurrido hasta ahora. Para Nietzsche, el
teísmo es una forma de nihilismo (Nihilismo latente). Los valores que se
inspiran en Dios, en el ser entendido como unidad y permanencia, tal y como es
pensado por la ontología clásica, son valores falsos y mentirosos. El ser,
Dios, es nada, es la nada divinizada, una máscara de la nada, un espejismo en
el desierto de la nada. Estos valores, encubren, según Nietzsche, Nihilismo.
Nihilismo y ateísmo. Ahora bien, hay
distintas formas de vivir el ateísmo. El ateo humanista, por ejemplo, niega la
existencia de Dios por entender que la idea filosófica de Dios y la creencia
religiosa en Él son los grandes obstáculos que impiden, por una parte, que el
hombre se encuentre a sí mismo, que se realice como hombre, en razón y en
libertad, y, por otra, que se reconcilie con el mundo, que llegue a mantener
con el mundo una auténtica y satisfactoria relación. A juicio del ateo
humanista, la negación de Dios tendrá la virtud de unir al hombre consigo mismo
y con su verdadera patria y morada, este mundo que es el único. El ateísmo
nihilista o nietzscheano profundiza en el significado de la muerte de Dios
hasta constatar las implicaciones que ésta tiene para el hombre y para el
mundo. En opinión del ateo nihilista, el hombre, cuando comprende que Dios no
existe, lejos de encontrarse a sí mismo y de relacionarse satisfactoriamente
con el mundo, está condenado a destruirse y desaparecer, o a volverse loco como
expresión del sinsentido y desorden introducidos por esta idea, siempre que la
piense en serio, hasta el final. Por otra parte, el mundo, al margen de Dios,
lejos de convertirse, como pretende el ateísmo humanista, en un paraíso
terrenal a disposición del hombre, en una casa hecha a medida del ser humano,
se transforma en un caos absurdo y terrible. El ateo nihilista considera que
una misma y profunda lógica une las nociones de hombre, mundo y Dios. Por
tanto, si una de ellas cae por tierra, ha de arrastrar, en su caída a las otras
dos. El ateo humanista no cree en Dios, pero cree en el hombre y también en el
mundo. Así, sobre estas dos creencias, intenta levantar una especie de muro de
contención contra toda reflexión negativa y pesimista sugerida por la idea de
que Dios no existe. El ateo nihilista no cree en nada, ni en Dios, ni en el
hombre, ni en el mundo. Pues Dios era el ser por excelencia, y si el no existe
entonces los seres quedan a merced de la nada, en poder de las potencias de la
nulidad, como el tiempo y la muerte.
Nietzsche es nihilista. Se declara nihilista. Pero no debe confundirse este
nihilismo con el que Nietzsche crítica y combate. Este último es un nihilismo
pasivo y decadente, que sólo conduce a la nada. El nihilismo de Nietzsche es
activo y ascendente, la negación está al servicio de una afirmación
superior. Por eso si Nietzsche rechaza los valores e ideales de la
tradición filosófica reduciéndolos a la nada, no es para quedarse ahí, sino
para afirmar positivamente, a continuación, toda una serie de nuevos valores e
ideales, aquellos que se derivan del Sí a la vida.
Noción: el arte trágico y lo dionisíaco.
Texto en el que se inspira directamente esta noción.- Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y
en un mundo aparente", ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de
Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una
sugestión de la decadence, -un síntoma de la vida descendente...
El hecho de que el artista estime más a la apariencia que la realidad no
constituye una objeción contra esta tesis. Pues a la "apariencia"
significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada,
reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, ‑dice
precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco...”.
Desarrollo de la noción
Nietzsche considera el arte trágico como
antítesis de la actitud decadente. Esta actitud está representada por la
filosofía y el pensamiento racional. Mantiene, contra la opinión corriente, que
la concepción trágica del mito no es pesimista. De la tragedia se desprende,
por el contrario, una vigorosa afirmación de la vida, pues enseña que siempre
hay que decir sí, incluso a lo más doloroso. A pesar del sufrimiento y
del patetismo que presenta la tragedia, ofrece un mensaje positivo de plena
confianza en la vida.
Para los antiguos griegos, Dionisos
era una divinidad protectora de la vida y símbolo del placer (fiestas y
vino), el dolor y la resurrección, es el inspirador de la locura ritual y
el éxtasis. Es el dios de la agricultura y el teatro. Fue él quien enseñó a los
hombres a cultivar la vid y a fabricar el vino. Moría cada invierno y
resucitaba en la primavera y con él renacían también los frutos de la tierra.
Para celebrar su resurrección se organizaban grandes fiestas con rituales
orgiásticos. Contrastaba con Apolo, dios del sol, que simbolizaba la
armonía, el orden y la razón. Sin embargo, los griegos pensaban que las
cualidades de los dos eran complementarias (los dos dioses son hermanos). ¿Qué
es una tragedia en tanto género literario? La tragedia es una historia en
la que personajes nobles se enfrentan a conflictos provocados por pasiones
humanas que desembocan en un desenlace fatal. Aristóteles sostenía que
la tragedia griega se desarrolló a partir del ditirambo, himnos corales
en honor al dios Dionisos al que no solamente alababan, sino que a menudo
contaban una historia. Se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta
ateniense Esquilo. Las obras se comenzaron a representar en festivales en honor
de Dionisos. El festival más importante, las Grandes Dionisíacas, tenía lugar
en Atenas durante cinco días de cada primavera. Para esta celebración los
grandes dramaturgos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron sus
magníficas tragedias. Las historias están basadas en su mayoría en mitos.
Nietzsche pone en evidencia el contraste
entre dos elementos principales de la tragedia: por un lado lo dionisiaco
(la pasión que experimenta el personaje) y por otro lo apolíneo (la
sabiduría y la justicia que es el elemento racional simbolizado por el dios Apolo).
Contraste que es la base de la némesis,
el castigo divino que determina la caída o la muerte del personaje.
Los griegos sabían que la vida era
terrible, inexplicable y peligrosa, pero no se entregaban al pesimismo. Podían
eludirlo de dos formas: cubriendo la realidad con un velo estético creando un
mundo ideal de proporción y de belleza. Esta es el arte apolíneo, que en la Grecia antigua se expresaba en las artes épicas y plásticas. La otra
posibilidad consiste en afirmar y abrazar la existencia con toda su oscuridad y
sufrimiento. Ésta es la actitud dionisíaca y sus formas artísticas peculiares
son la tragedia y la música.
Para Nietzsche la cultura griega entró en
crisis cuando Eurípides intentó eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco
en favor de elementos morales, eliminando para ello el coro. La complejidad de
la vida devino superficialidad producto del poder reduccionista y simplificador
de la razón, cuyo máximo representante es Sócrates. Toda la filosofía
posterior, resumida en las tres idiosincrasias: Ser frente a Devenir, Superior
e Inferior y fetichismo del lenguaje, es la expresión de esta crisis. La
respuesta de Nietzsche apostará por una filosofía vitalista del devenir y una
inversión de los valores presidida por el nihilismo y el superhombre.
Tema: El vitalismo de Nietzsche
El término “vitalismo” es poco preciso pues con él nos
referimos a teorías filosóficas muy distintas, con el único elemento común de
reivindicar la vida como una realidad singular que no puede ser entendida en
términos ajenos a ella. Centrándonos en el siglo XIX podemos establecer dos
grandes líneas de pensamiento vitalista: científico y filosófico.
El triunfo de las ciencias naturales, a partir de la Edad Moderna, supuso el
del paradigma mecanicista, en el que los fenómenos vitales podían ser
explicados en términos materiales y de causas eficientes. El punto de vista
mecanicista dominante sugería que podemos entender a los seres vivos a partir
de la comprensión de los fenómenos físico-químicos y que la vida no representa
un nivel de realidad cualitativamente distinto de la realidad inorgánica.
Frente a este punto de vista, algunos biólogos creyeron que existe una
diferencia esencial entre los seres orgánicos y los no orgánicos y que los
primeros no pueden ser reducidos a los segundos. Estos científicos adoptaron
un enfoque teleológico y postularon la existencia de un principio propio en los
seres vivos, principio responsable de su comportamiento finalista y de las
distintas actividades vitales, por lo que consideraron que los fenómenos
vitales no pueden explicarse mediante las leyes de la física y la química.
Este principio irreductible a términos mecánicos y fisico-químicos recibió
distintos nombres: “fuerza vital” (Claude Bernard, 1813-1878), “fuerza dominante” (Johannes Reinke, 1849-1931), “entelequia”
(Hans Driesch, 1867- 1941).
En la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX encontramos importantes
filósofos que desarrollan toda su filosofía a partir de la reflexión relativa a
la vida. Dentro de esta línea del vitalismo se suelen distinguir también
diversas corrientes en función de su concepto de vida: la vida en el sentido
biológico y la vida en el sentido biográfico e histórico:
·
la vida en el sentido biológico: este concepto subraya el papel del cuerpo, los
instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la subsistencia.
El vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo;
·
la vida en el sentido biográfico e
histórico: la vida como conjunto de
experiencias humanas dadas en el tiempo, tanto en su dimensión personal
(biográfico) como en su dimensión social o histórica. La filosofía de Ortega y
Gasset se incluye en este grupo.
El vitalismo en filosofía se presenta como una
doctrina contraria al racionalismo. Los conceptos
más importantes alrededor de los que gira la filosofía vitalista son:
temporalidad, historia, vivencia, instintos, irracionalidad, corporeidad,
subjetividad, perspectiva, valor de lo individual, cambio, enfermedad, muerte,
finitud. Se puede entender la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el
intento más radical de hacer de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un
fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma.
Uno de los conceptos básicos del vitalismo
nietzscheano es el de “voluntad de poder” o principio básico a partir del cual
se desarrollan todos los seres (principio de perseverancia en el ser). Nietzsche cree que en todas las cosas
encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo
humano, pasando por todos los distintos niveles de seres vivos (Todo ente
tiende a perseverar en su ser). Como categoría metafísica, la voluntad de poder
sustituye a la noción tradicional de ser. Hay que tener mucho cuidado
con la palabra “voluntad”, pues Nietzsche no está pensando en lo que
habitualmente llamamos con este término. Llamamos “voluntad” a aquello que nos
permite tener actos de querer, a la fuerza que descansa en nuestro interior
gracias a la cual dirigimos nuestra conducta y con la que somos capaces de
realizar los fines de los que somos conscientes. La tradición
aristotélico-tomista la consideraba una facultad del alma, la psicología actual
una capacidad de la mente. Para Nietzsche esta voluntad es una manifestación
superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser. Su
desconfianza respecto de la voluntad como capacidad psicológica le lleva
incluso a desacreditarla indicando que si confiamos tanto en ella y en la
libertad se debe exclusivamente a que de ese modo la moral tradicional puede
introducir la idea de culpa y de pecado. Los teólogos y sacerdotes nos piden
que creamos en ella para de este modo hacernos responsables de nuestros
actos e inculcar en nosotros la noción de pecado y culpa. La voluntad de
poder no es la voluntad que se descubre con el conocimiento de uno mismo, que
se conoce por introspección. Esta voluntad es una simplificación de un
complejo juego de causas y efectos. No hay un deseo único, hay una pluralidad
de instintos, pulsiones, inclinaciones diversas, que se enfrentan unas a otras;
a la consciencia sólo llegan los resultados de dicho enfrentamiento, como dice
Nietzsche, la voluntad como facultad psicológica “es el lejano eco de un
combate ya disputado en lo profundo”. La voluntad de poder es la voluntad de
existir, de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida. A partir de esta categoría, Nietzsche nos
ofrece una ontología vitalista que tendría las siguientes características:
·
Irracionalidad: la razón es sólo una dimensión de la realidad, pero no la más verdadera
ni la más profunda; y ello tanto en el sentido de que en el hombre la razón no
tiene –ni debe tener– la última palabra, puesto que siempre está al servicio de
otras instancias más básicas como los instintos o la mera eficacia en el
control de la realidad (es decir su mera utilidad, que no su verdad), como en
el sentido de que el mundo mismo no es racional: nosotros lo creemos racional,
intentamos someter a un orden y a una legalidad lo que en sí mismo no es otra
cosa que caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte.
·
Inconsciencia: La fuerza primordial que nos lanza a la conservación de la existencia es
inconsciente, instintiva y pulsional.
· No teleológica: Ni en la naturaleza ni en el
hombre hay inscrito fin alguno, nada hay en su interior que les marque un destino.
Dado que lo que nosotros percibimos, y que todo con lo que tratamos (objetos
físicos, mundo espiritual, social y cultural) es expresión de esta realidad sin
sentido, Nietzsche declara con ello el carácter gratuito de la existencia.